Los requisitos de la adoración
Por Gregory Toussaint | 22 de octubre de 2025
En los sagrados salones de la casa de un fariseo, se está llevando a cabo una cena. El aire está cargado con la justicia propia del anfitrión y la autoridad silenciosa del invitado de honor, Jesús. Es una escena de piedad cuidadosamente organizada, de observancia meticulosa de la tradición. Pero de repente, la puerta se abre y la atmósfera cuidadosamente construida se hace añicos. Entra una mujer, una mujer conocida en la ciudad no por su piedad, sino por su pecado. Lleva consigo un frasco de alabastro con aceite fragante y en los momentos que siguen, ofrece un acto de adoración tan profundo, tan crudo y tan costoso que continúa resonando a través de los siglos, desafiando nuestra comprensión moderna de lo que realmente significa adorar.
Esta historia, que se encuentra en Lucas 7, sirve como una poderosa ilustración de un mensaje transformador: la verdadera adoración no es una acción, sino una reacción. No es un ritual que realizamos o una canción que cantamos de memoria. Es una respuesta explosiva y sincera a un encuentro con el Dios viviente. Es una rendición que tiene un costo, una rendición nacida de una profunda humildad, un afecto ferviente, un abandono total y un sacrificio costoso. Al analizar el magnífico acto de esta mujer, descubrimos los verdaderos requisitos de una adoración que conmueve el corazón de Dios.
El Primer Requisito: Profunda Humildad
La adoración de la mujer no comienza con una declaración audaz, sino con una postura tranquila y humilde. La Escritura dice que ella "se puso a sus pies, detrás de él, llorando". No se acerca a Jesús de frente, cara a cara. Se posiciona detrás de él, a sus pies, como diciendo: "No soy digna de estar en tu presencia". Este simple gesto es la primera clave para entender la verdadera adoración: requiere profunda humildad.
¿De dónde vino esta humildad? Vino de su memoria. Esta mujer sabía quién era. Recordaba su pasado, los pecados que la definían a los ojos de la ciudad. Pero más importante aún, recordaba el momento en que fue perdonada. Aunque no conocemos la cronología exacta, la historia implica que sus pecados, que eran muchos, ya habían sido perdonados. Su vida había sido cambiada. Su adoración no era una súplica de perdón, sino una reacción al perdón que ya había recibido. Cuando miraba a Jesús, recordaba el pozo del que Él la había sacado. Ese recuerdo aplastó su orgullo y la llenó de una humildad tan profunda que todo lo que podía hacer era llorar a Sus pies.
En nuestras propias vidas, cuando entramos en la presencia de Dios y no sentimos nada, cuando nos sentimos cansados, distraídos e incapaces de concentrarnos, la clave es recordar. Recuerda el peor pecado que hayas cometido, ese del que nunca hablas. Recuerda a la persona que eras antes de Cristo. Recuerda la gracia que te encontró en tu momento más oscuro. Este no es un ejercicio de vergüenza, sino un ejercicio de gratitud. Cuando recordamos de dónde venimos, nos abruma el lugar al que Él nos ha llevado. Ese recuerdo da a luz a una humildad que es el fundamento mismo de la verdadera adoración.
El Segundo Requisito: Afecto Ferviente y Abandono Total
La adoración sin emoción es como un cuerpo sin aliento puede tener forma, pero carece de vida. La verdadera adoración involucra todo el corazón, expresando lo que las palabras solas no pueden contener. Es el desbordamiento de un alma profundamente enamorada de su Salvador que, en abandono total, deposita su dignidad y reputación a los pies de Jesús para consumirse únicamente con honrar a Aquel que más importa.
Mientras la mujer estaba detrás de Jesús, comenzó a llorar, y sus lágrimas cayeron sobre Sus pies. Luego hizo algo notable: comenzó a lavar Sus pies con sus lágrimas y a secarlos con el cabello de su cabeza. Simón, el anfitrión, había descuidado la cortesía básica de proporcionar agua para lavar los pies de Jesús. Pero esta mujer, en un acto de profundo afecto, proporcionó el agua de sus propios ojos.
Esto demuestra el segundo requisito de la verdadera adoración: requiere afecto ferviente. Es una respuesta emocional y apasionada. Existe un concepto erróneo en algunos círculos de que la adoración debe ser un ejercicio puramente intelectual o estoico. Se nos dice que seamos "calculados" y que no seamos demasiado emocionales. Sin embargo, la misma persona que está estoicamente en la iglesia, levantando su mano a medias, gritará, saltará y vociferará con pasión cuando su equipo deportivo favorito anote. El problema no es la falta de emoción; el problema es dónde está conectado nuestro corazón. El problema es la falta de afecto por Jesús.
La verdadera adoración involucra nuestras emociones porque fluye de un corazón profundamente enamorado de Dios. Las lágrimas de la mujer no eran para el espectáculo; eran una expresión externa de una gratitud y un amor abrumadores que no podía contener. Estaba tan agradecida por lo que Dios había hecho por ella, tan feliz, tan enamorada de aquel que la había salvado, que sus emociones simplemente se desbordaron. No podemos ser verdaderos adoradores sin ser emocionales, porque la verdadera adoración requiere un corazón apasionadamente conectado con Jesús. De hecho, una de las mejores cosas que puedes hacer con tus emociones es adorar a Jesucristo con ellas.
En esa cultura, que una mujer se soltara el cabello en público era un acto escandaloso. Era un signo de indecencia, algo que una mujer respetable nunca haría. Sin embargo, esta mujer, en su adoración apasionada, se soltó el cabello para secar los pies de su Salvador. Este acto revela una dimensión adicional de la adoración auténtica: abandono total. Había llegado a un punto en el que simplemente ya no le importaba lo que pensaran los demás. No le preocupaba el juicio de Simón el fariseo o de los discípulos. Su atención estaba completamente enfocada en Jesús.
Un verdadero adorador finalmente llega al nivel de "no me importa". "No me importa si la gente piensa que soy ridículo por saltar". "No me importa si mis amigos piensan que soy extraño por levantar las manos". "No me importa si mi familia dice que estoy exagerando". Cuando estás verdaderamente consumido por la gloria y la presencia de Dios, las opiniones de los demás se desvanecen en la irrelevancia. Ya no eres consciente de ti mismo, sino consciente de Dios.
Este es un nivel de rendición que muchos de nosotros tememos. Tenemos miedo de ser juzgados, de parecer indignos. Pero la mujer nos muestra que la verdadera adoración exige que depositemos nuestra dignidad, nuestra reputación y nuestra autoconciencia a los pies de Jesús. Es en ese lugar de abandono total, donde estamos dispuestos a ser tontos por Cristo, que encontramos la libertad para adorarlo con todo nuestro ser. Debemos dejar de lado las voces que dicen: "Tal vez si te aceptan, puedas ser tú mismo", y abrazar la libertad que viene de saber que ya somos aceptados por Él. Ella tomó su gloria su cabello y lo usó para secar los pies del Señor, demostrando que solo la gloria de Cristo importa.
El Tercer Requisito: Sacrificio Costoso
Finalmente, la mujer "trajo un frasco de alabastro con aceite fragante, y se puso a sus pies, detrás de él, llorando; y comenzó a lavar sus pies con sus lágrimas, y los secó con el cabello de su cabeza; y besó sus pies y los ungió con el aceite fragante". No solo abrió el frasco; lo rompió. Este fue un acto único y total. Y este aceite no era barato. La Biblia nos dice en un relato similar que valía 300 denarios, el equivalente al salario de un año completo para un trabajador común. En términos actuales, esto podría representar más de $40,000 o $50,000. Esto era probablemente los ahorros de toda su vida, su fondo de jubilación, todo su patrimonio neto, completamente derramado a los pies de Jesús.
Este es el cuarto y quizás el más desafiante requisito de la verdadera adoración: requiere sacrificio costoso. Pero, ¿qué empujaría a alguien a hacer un sacrificio tan extravagante? Fue una reacción a una revelación. En un relato paralelo en Juan 12, cuando los discípulos se quejaron del desperdicio, Jesús dijo que ella había guardado este aceite para el día de Su sepultura. Esta mujer, que no era una de los doce, tuvo una revelación profética de que Jesús iba a morir. Entendió que Él iba a hacer el sacrificio supremo, y su adoración costosa fue una reacción al valor infinito de Su cruz.
Sabía que el perdón que había recibido no era barato. Sería pagado con la sangre preciosa de Jesús. Mientras que Pedro, Tomás y los demás aún no entendían, ella sí. Cuando miró su frasco de aceite y luego miró la cruz, la elección fue fácil. Su sacrificio no era nada comparado con el sacrificio que Él estaba a punto de hacer por ella. Un verdadero adorador entiende el precio que Cristo pagó. Cuando realmente comprendemos el valor de la cruz, ningún sacrificio que hagamos parecerá demasiado grande. La verdadera adoración siempre es costosa.
Conclusión: Un Llamado a la Rendición Costosa
La mujer en la casa del fariseo nos enseña que la adoración es mucho más que una rutina dominical por la mañana. Es una reacción que cambia la vida a la persona y la obra de Jesucristo. Es una rendición que fluye de un corazón humillado por la gracia, lleno de afecto apasionado, liberado por el abandono total y movido al sacrificio costoso. Tomó su gloria su cabello y lo usó para secar Sus pies. Tomó su riqueza, su perfume y lo derramó en adoración. Arrojó su corona a Sus pies.
Este es el llamado para nosotros hoy. Entrar en la presencia de Dios no como abogado, médico, empresario o persona de influencia, sino como un simple adorador. Tomar las coronas de nuestros logros, nuestros éxitos y nuestras posesiones, y arrojarlas a los pies de aquel que es digno. Ir más allá de una adoración de simple acción a una de reacción sincera. Es en este lugar de rendición total que descubrimos el verdadero costo inconmensurable y el gozo indescriptible de la adoración.
Preguntas de discusión en grupo
The central theme is that "true worship is not an action, but a reaction." How does this idea challenge or change your personal understanding and practice of worship?
The concept of "total abandonment" in worship involves overcoming the fear of what others think. What are the biggest obstacles that prevent you from worshipping with this kind of freedom?
What practical steps can you take to move toward a more "I don't care" attitude in your worship?
Of the four requirements discussed, humility, affection, total abandonment, and sacrifice, which one do you find most challenging to live out in your own worship, and why?
el mensaje de audio en inglés!